“En aquel momento solo pensé en el autoempleo, no pensé en crecer. Montar un negocio es como montar en bicicleta, no puedes parar, si paras al final te caes”, nos contaba Ana María cuando hablábamos de cómo su negocio surgía con una idea y acababa creciendo más de lo esperado. Pues primero llega un empleado, después la apertura de un local para no atender a las personas en su casa y así fue surgiendo todo. “Cuando empiezas un negocio como autoempleo no dices “yo quiero ampliar”, pero creo que si lo haces bien, das un buen servicio y tienes una demanda importante te entusiasmas y vas ampliando. Después también te sienta muy bien porque creas empleo y riqueza”.
Pero ella no tenía suficiente con un negocio y tres hijos, pues, aunque costó convencerla, aceptó el cargo de presidenta en la Asociación de Mujeres Emprendedoras, Profesionales y Empresarias de Málaga. Esta asociación apareció en su vida el mismo día que se creó, y aunque no fue ahí cuando se unió siempre mantuvo el contacto. Fue en un almuerzo cuando terminó de reafirmarse su idea de unirse a Amupema, “el ser empresaria es duro y solitario” nos decía y al reunirse con otras mujeres empresarias pudo verse reflejada en ellas: compartían dudas, problemas y ambiciones.
Y sin local ni personal Amupema comenzó sus andadas con tan solo unas pocas personas pero sí unos objetivos claros y mucha ilusión. Tras el abandono de la primera presidenta por motivos personales Ana María asumió el cargo y confiesa que los primeros cuatro años fueron muy duros: “estuvimos a punto de tirar la toalla”. Es aquí cuando aparece en escena Esther Molina, quien tenía un despacho de abogados y puso este a disposición de la asociación pues no encontraba un local. La poca visibilización de la mujer en el mundo empresarial hizo aún más difíciles los comienzos pues nadie las tomaba en serio, pero las ganas de ayudar a otras mujeres a emprender y continuar con sus negocios las hizo seguir llamando puerta por puerta hasta conseguir lo que se proponían: una sede.
En una de las muchas ferias a las que asistieron para seguir dando a conocer su asociación pudieron hablar con alguien del ayuntamiento de aquel entonces y les dio esperanzas de poder conseguir un local para ellas. A partir de ahí comenzaron los grandes proyectos, a hacer congresos, jornadas de formación… La gente empezó a creer en ellas y la asociación comenzó a crecer. Según Ana María los primeros cuatro años fueron muy duros, pero los cuatro restantes sirvieron para poder recoger el fruto de ese esfuerzo. Tras esos ocho años más de 500 personas formaban parte de Amupema.
“Me siento orgullosa sobre todo por el equipo, por todas las personas que he podido conocer y a todas a las que hemos podido ayudar. Quita mucho tiempo a mi vida personal y profesional pero después ha compensado en el aspecto personal, todo lo que he aprendido de otras empresarias, todo lo que hemos podido ayudar…”, decía Ana María recordando los años como presidenta de la asociación. Y es que su labor fue tan crucial que el pasado 12 de mayo, con motivo de los 20 años de Amupema, recibió una mención honorífica por su labor realizada: “Fue algo muy bonito, también fue bonito el evento en sí. El Galardón Victoria se creó para visualizar a la mujer. En el momento en el que Macarena contaba un poco la historia no puedes evitar acordarte de todos los momentos y sentirte orgullosa de donde hemos llegado. Todos los agradecimientos y reconocimientos son una inyección”.
Y aunque han llegado muy lejos Amupema sabe que aún queda mucho por conseguir para que la mujer en el mundo empresarial esté en igualdad de condiciones que los hombres, por ello la nueva junta sigue luchando con las mismas ganas que Ana María cuando tuvo que impulsar la asociación.
Autora de la entrevista y las fotografías: Noelia Ruiz
Fuente: Ciudad con Alma